viernes, 21 de octubre de 2011

Freno de emergencia


Me asomé por la ventana del tren, que iba a toda velocidad por las sinuosas vías de lo desconocido, y solo vi oscuridad. Un precipicio en el que dichas vías acababan como si alguien a capricho las hubiese borrado del mapa. Me temía lo peor. Y ella también.

El intercambio de miradas fue electrizante. De repente pasaron por delante de mis ojos, como si de un celuloide se tratara, todos los momentos vividos a su lado, reparando más en los que habían acontecido más recientemente. No quería que se acabase. No ahora que estábamos disfrutando de lo mejor. Unas leves turbulencias agitaron el tren, aviso de que el tiempo se acababa. Reparé en ella, y vi una tímida lágrima se precipitaba por su precioso rostro mientras me sonreía, transmitiendo compasión; una compasión que se me clavaba dentro… Muy dentro. En medio de esta tormenta de dolor e incertidumbre, me abrazó como nunca lo había hecho, tranquilizándome con su calor. Entonces comprendí que debíamos salir de allí, que había que saltar. Y eso hicimos, después de accionar el freno de emergencia.

Caí sobre una calle desierta, sin el gentío que la caracterizaba. Me incorporé, y con los ojos de vidrio, emprendí el camino de vuelta no sé muy bien a dónde. En el trayecto vi colgadas en las fachadas de los edificios fotografías de nosotros dos, acompañadas de papel marcado con tinta; la tinta que escribió nuestra historia. Sentí amargura y melancolía, como si hubiesen pasado, no cinco minutos, sino años desde que dejamos huella en aquellos lugares, que se habían convertido en pequeños santuarios.

Y por fin llegué al punto de partida: la estación de tren. Una especie de vestíbulo que fue mi hogar durante años y que por suerte o por desgracia ya no recorro tan a menudo. Me senté en el borde del andén, con los pies colgando, esperando a que pasase algún vagón que me ofreciese una plaza hacia algún destino sugerente. Pero mi atención pronto se centró en otro punto. En frente de mi estaba ella, sonriéndome, como el primer día que lo hizo. Me quedé perplejo unos segundos, pero no pude evitar que se escapase es risa tímida que me produce verla sonreir.

“¡Viajeros al tren!”, se oyó al final de la estación. Los dos nos levantamos y al fin pudimos contemplar cómo una locomotora se abría paso entre la luz de un nuevo amanecer.

jueves, 13 de octubre de 2011

"Madre hay una sola... Por suerte" de Isabel Allende

Hoy es un día especial. Y como es un día especial hay que hacer cosas especiales, o por lo menos intentar hacerlas. Hoy dejo el teclado y os dejo que os emocionéis con este precioso texto de Isabel Allende.

Por culpa del azar o de un desliz, cualquier mujer puede convertirse en madre.
La naturaleza la ha dotado a mansalva del "instinto maternal" con la finalidad
de preservar la especie. Si no fuera por eso, lo que ella haría al ver a esa
criatura minúscula, arrugada y chillona, sería arrojarla a la basura.
Pero gracias al "instinto maternal" la mira embobada, la encuentra
preciosa y se dispone a cuidarla gratis hasta que cumpla por lo menos 21 años.
Ser madre es considerar que es mucho más noble sonar narices y lavar
pañales, que terminar los estudios, triunfar en una carrera o mantenerse
delgada.Es ejercer la vocación sin descanso, siempre con la cantaleta de
que se laven los dientes, se acuesten temprano, saquen buenas notas, no fumen,
tomen leche.Es preocuparse de las vacunas, la limpieza de las orejas, los
estudios,las palabrotas, los novios y las novias; sin ofenderse cuando la mandan
a callar o le tiran la puerta en las narices, porque no están en nada…
Es quedarse desvelada esperando que vuelva la hija de la fiesta y,
cuando llega hacerse la dormida para no fastidiar.
Es temblar cuando el hijo aprende a manejar, anda en moto, se afeita,
se enamora, presenta exámenes o le sacan las amígdalas.
Es llorar cuando ve a los niños contentos y apretar los dientes y
sonreír cuando los ve sufriendo.Es servir de niñera, maestra, chofer,
cocinera, lavandera, medico,policía, confesor y mecánico, sin cobrar sueldo alguno.
Es entregar su amor y su tiempo sin esperar que se lo agradezcan.
Es decir, que "son cosas de la edad" cuando la mandan al carrizo.
Madre es alguien que nos quiere y nos cuida todos los días de su vida y que
llora de emoción porque uno se acuerda de ella una vez al año: el Día de la Madre.
El peor defecto que tienen las madres es que se mueren antes de que uno alcance
a retribuirles parte de lo que han hecho. Lo dejan a uno desvalido, culpable e
irremisiblemente huérfano.
Por suerte hay una sola. Porque nadie aguantaría el dolor de perderla dos veces.



Muchas felicidades Mamá, y que cumplas muchos más.