martes, 12 de marzo de 2013

Interesantemente inesperado


-¡Otra vez no! ¡Mierda!

Ocurrió lo que más temía que ocurriera. Exacto, no me sonó el despertador. Maldije mi suerte un par de veces y volqué mi maleta encima de la cama en cuyo colchón se podían apreciar unas sospechosas manchas amarillentas, fruto de alguna vomitera de domingo después de una noche desenfrenada. Pero el estado de aquella cochambrosa habitación de hotel no era el mayor de mis problemas. Se supone que debía encontrarme en el conservatorio de la ciudad a las doce en punto y ya llevaba 5 minutos de retraso. No es mucho si piensas que sabes el camino y que está a dos manzanas de la estancia. En mi caso, no sabía ninguna de las dos cosas. Intenté dejar mi mente en blanco mientras me ataba la rosada corbata que en tantas ocasiones me había acompañado en mis charlas sobre la interpretación de música medieval. Se podría decir que era una especie de amuleto. Y es que en ese momento necesitaba mucha suerte.

Salí disparado del hotel y me dirigí hacia donde alcanzaba mi vista. No tenía un rumbo fijo, así que me limité a correr por donde me decía mi instinto. No importaba la calle, si estrecha o grande, solo corría y corría como si mi vida dependiese de ello. Llegó un punto en el que reduje el ritmo, hasta parar exhausto. Miré a mi alrededor y vi que me encontraba quizás en el sitio menos indicado donde pueda encontrarse un conservatorio. La calle hablaba por sí sola: carreteras angostas, pintadas con mensajes obscenos y violentos y un niño arapiento jugando en el portal de un edificio cuya fachada se evaporaba por momentos. Entre todo este panorama, divisé una taberna al final de la calle y me dispuse a acercarme, para preguntar por el dichoso conservatorio.

Me asomé desde la entrada y la apariencia del local no me sorprendió ni un poco. De acuerdo con mis pronósticos, el aspecto era similar al del exterior. Entré por fin a aquel antro poco iluminado y pequeño y no encontré a nadie en la barra. Observé si había alguien en la sala y me percaté de que había un señor, de entrada edad, sentado en la mesa más alejada. Tenía el pelo blanco, barba de unos tres días y los ojos vidriosos. Mostraba unas mejillas ligeramente enrojecidas, que relacioné con el vaso de vino que se estaba tomando tranquilamente. Me acerqué al hombre y pregunté con cierto reparo:

-Hola buenos días, ¿sabe usted dónde se encuentra el conservatorio local?

Al hombre de repente se le iluminó el rostro, como si fuese la primera persona que veía en semanas. Con ímpetu me contestó:

-Por supuesto hijo, y con gusto te lo diré. Pero, ¿por qué no te tomas un vasito de vino conmigo mientras?

-Lo siento, pero no tengo tiempo. –Respondí con decisión.

-¿Cómo? –Contestó extrañado el señor- ¿Te ofrezco mi tiempo y tú no lo aceptas? ¿Acaso tu tiempo es más importante que el mío?

Aquella frase sonó en mi cabeza como si la hubiesen amplificado. Miré al hombre que, me devolvía la mirada esperando una respuesta, con una sonrisa de convicción que le ocupaba gran parte del rostro. “Puede que haya encontrado algo importante”, pensé, “quien sabe si lo volveré a encontrar”. Me quedé en silencio unos segundos, miré el reloj para ver qué hora era y mostré la primera sonrisa del día. Finalmente contesté:

-Si es tan amable, ¿podría sacarme un vaso? 

jueves, 25 de octubre de 2012

Cenizas

Y al final, sólo quedó lo que siempre había sido, lo que a veces sentía ser y lo que nunca vio venir que sería. Era consciente de su suerte, pero ignoraba que algún día se desvanecería, que acabaría como todos.

¿Pero cómo iba a verlo venir? De tantas cosas que vio y que sintió, no pudo reparar en lo realmente importante. La vida le convirtió en un soldado al que ya no le importaba lo que le disparasen ni a qué parte de su cuerpo apuntasen las balas. No era más que un kamikaze que se contentaba con cumplir sus misiones sin importarle cómo llegar al objetivo. Y, poco a poco, se fue consumiendo.

A la larga, algunos llegamos a darnos cuenta de que el cómo es más importante que el fin. Que la moral se eleva sobre las demás ideas que flotan a nuestro alrededor, y que lo sencillo acaba por iluminar el futuro que nos parece tan incierto. Pero lo que es moral o no, no lo puede decir nadie, o por lo menos yo no. Puede que tampoco tenga mucha importancia, pues no olvidemos que tarde o temprano acabaremos como lo que siempre hemos sido. Como acabaron los grandes imperios de la antigüedad, los libros que no quisieron que fuesen leídos y las personas alguien no quisieron que fueran escuchadas. Como acabaron sus ejecutores. Como acabaremos tú y yo.


lunes, 2 de julio de 2012

La Bahía


Frío. Una ventisca en forma de escalofrío entró en su cuerpo sin previo aviso, sin ninguna necesidad de llamar. Las razones por las que dio el paso no las recordaba nítidamente, pero lo que era seguro es que allí estaba, en las profundidades marinas que tiempo atrás  investigaba con regularidad. Sus investigaciones se basaban principalmente en descubrir nuevas especies anfibias, en un intento de saber un poco más sobre el mundo, y conocerse mejor a sí mismo.

Sin embargo, la razón por la que se encontraba en aquel lugar era diferente. Las fascinantes criaturas marinas pasaban por su lado, iluminadas por una luz cenital que dejaba entrever la trágica escena que ocurría en aquella bahía de San Francisco. Estaba atrapado, pero al mismo tiempo sentía una libertad que rara vez experimentó en su vida, condicionada por las modas, las ideologías y por el control de los entes intocables de arriba.

Su cuerpo levitaba sin más y el agua salada arrugaba sus carnes. Nunca se había sentido tan vivo. La pena que arrastraba durante años pesaba mucho más que el cemento que encerraba sus pequeños pies, y que apresaba su propia alma. Por un momento olvidó los versos sueltos, los gritos sin sentido y los suspiros que adornaban su existencia, y lo que vio fueron unos grandes ojos verdes, que en realidad eran azules, achicándose amablemente. Aquel gesto liberó la anestesia,  y dejó fluir la embriaguez del sueño eterno, del inalcanzable despertar.

lunes, 16 de abril de 2012

Tres Vergüenzas (y las que quedan)


Hoy, viendo el telediario, viendo lo que ha pasado, está pasando y pasa, me he dicho: "O callas, o revientas, Jesús". Y no callo, porque al que calla, no se le oye.

Aún espero que llegue algún periodista y le pregunte al señor Rajoy y a sus secuaces, por qué tenemos que pagar nosotros la crisis,  cuando han ido ellos mismos (o los socialistas, me da igual) quienes nos han llevado a ella. Un poco menos de sueldo no les vendría mal de reprimenda, por no hablar de los almuerzos que se pegan en cada acto oficial y los coches oficiales con los que van al congreso a "levantar el país". Éstos individuos deberían aprender de algunos otros políticos un poco más honrados, pero que llevan la "mancha" de no ser rojos o azules. VERGÜENZA.

En cuanto al revuelo de "Su Majestad", a muchos se les tendría que caer la cara de vergüenza. No entiendo cómo, cada vez que algo les sucede, los medios de comunicación nos enseñan toda la parafernalia que montan, cómo nos explican las operaciones ultra-avanzadas a las que se somete y cómo, después de que ya esté recuperado, hablan de lo bien que funciona la sanidad española. Se me revuelven las tripas. Me gustaría ver cómo el Rey tiene que esperar meses para tener una simple operación; o mejor aún, me gustaría que hubiese probado a ser operado allí, en el mismo Bostwana, sin anestesia y sin nada, a ver qué le parece la realidad que esconde el mundo. VERGÜENZA

Creo que el tema de los elefantes me lo voy a guardar.

Pero bueno, todo esto que está sucediendo, por mucho que algunos lo digan en las redes sociales y por pocos medios de comunicación que lo retransmitan, muchos lo olvidarán, probablemente, cuando llegue el Madrid-Barça...
Tranquilos, chicos! Que sigue habiendo Liga! ;) VERGÜENZA

Como éstas, podría decir unas cuántas más, pero no soy yo el que tiene que decirlas. Los que de verdad tienen que decirlo tienen en sus manos grandes medios y poder de difusión mucho mayores. Quién sabe si alguien escuchará por fin y se dará cuenta de las quejas de los que estamos abajo.

Just Saying

martes, 27 de marzo de 2012

Primer acto.


Sudor, respiración honda y acelerada, fuertes latidos del corazón, ojos desorbitados, ese nudito atado por las mariposas que suelen rondar algunos estómagos... Todo eso y sensaciones indescriptibles inundaban mi cuerpo aquella noche de octubre en la que empezaba algo nuevo, algo que se había ido formando durante meses. De pronto, desde  algún rincón de aquel espacioso lugar, oí las palabras mágicas: “¡Mucha mierda!” En ese momento supe que no había marcha atrás.

Había llegado la hora. Minutos restaban para que comenzara lo que llevábamos esperando desde aquella mañana en la que nos presentamos en casa de aquel hombre que depositó su confianza en cuatro jóvenes que rebosaban de ganas por pasar a la acción. Bendita mañana. No sabría decir cuando empecé a temerlo o cuándo empecé a figurarme que no iba a salir bien, porque siempre tuvimos el apoyo y los ánimos de los grandes. De los Maestros.

Pero ahora aquella mañana quedaba muy lejos. El momento era el que era. Miré a mi alrededor, y me sentí pequeño en aquel lugar, que tantas veces había mirado con atención desde abajo, y que ahora que me encontraba en él, me parecía inmenso. Pasaron por mi cabeza imágenes de las tardes de lectura, de las primeras “levantadas”, de las riñas, de los consejos, del primer pase… Y a la vez se intercalaban los rostros de la gente que sabía que estaría ahí abajo: mis padres, mis amigos, ella…

Aquel microfilme mental se desvaneció cuando oí las últimas palabras del jefe: “Dentro música”. La cantinela comenzó a sonar. No quedaba cabida para el miedo, pero sí para los nervios. Malditos sean. Vi a mi compañero, solo, iluminado, enfrente de aquel muro infranqueable que parecía levitar, a punto de caer en cualquier momento y dar paso al arte, al espectáculo, a la pasión desatada, a la luz que ilumina los rostros de los espectadores y llena la vida de los que lo representan… A lo que comunmente llamamos Teatro.

FELIZ DÍA MUNDIAL DEL TEATRO.

Dedicado a todos los actores del mundo y a todos los que disfrutan de él, especialmente a los que he tenido el placer de trabajar: Pepe, Paula, Adri,  Juanma, Gaspy, Amparito, Quique y a todo el grupo de Nador Teatre.
Y por último, y no por ello menos importante, mi sincera enhorabuena a Marieta Zamora (lectora habitual J) , que ha ganado el Premio Crisàlide a la Actriz Revelación  de los AAPV. ¡Sigue así!