martes, 14 de febrero de 2012

Amor a primera oída


Aquel hombre cerró los ojos y, por un momento, pudo ver desfilando a todas las mujeres con las que había compartido momentos íntimos y con las que había pasado todos los 14 de febrero que alcanzaba a recordar. Todas ellas parecían estatuas de porcelana, frías como la nieve y estáticas; sin movimiento. La mayoría de ellas carecían de rostro, pues el desamor y los grandes esfuerzos por cortar de raíz el sufrimiento del pasado, habían provocado que suprimiese de su memoria todo signo que pudiese recordarle a ellas.

Abrió los ojos y se encontró él solo, en una calle desierta, sentado al borde de la carretera, viendo el viento pasar. Una lágrima brotó de sus ojos y se precipitó al asfalto, dando comienzo a un llanto que entristeció hasta a los pájaros que revoloteaban alrededor. De repente, ese llanto se fundió con otro sonido, realmente parecido y de una belleza superlativa. Sus lágrimas se secaron de pronto y sus oídos quedaron prendados con aquella melodía. Se trataba de un violín, que estaba siendo tocado por un señor  de avanzada edad, a pocos metros de él. Ante aquella sensación de melancolía que le provocaba el instrumento, se levantó y fue corriendo a la tienda de música más cercana.

Cinco minutos más tarde, el hombre salía por la puerta de la tienda con un violín sobre el hombro, haciéndolo sonar suavemente, frotando la crin de caballo contra aquellas finas cuerdas, que emitían un sonido tan embriagador, que hasta Cupido sintió que el corazón se le ablandaba. Y es que aquel hombre había encontrado una nueva razón por la que sonreír en aquel día de San Valentín: la música.

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